Encontrarte con tu primer amor después de un montón de años parece una jugarreta poco elegante del destino; sobre todo, cuando ese «primer amor» te hizo sufrir tantísimo. Sin embargo, Lili no es una mujer rencorosa y acepta seguir viaje con él por California. Eso sí, si algo tiene muy claro en esta vida es que no está dispuesta a convertirse en una de esas patéticas mujeres que tropiezan dos veces con la misma piedra.
A Jaime aún le cuesta creer que la mujer que acaba de rescatarlo de una situación apurada sea la misma que le destrozó la vida hace ya tanto tiempo. Por suerte, él no es un tipo vengativo y movido por la curiosidad —¿por qué los astros insisten en ponerlos de nuevo frente a frente?—, decide pedirle a Lili que le haga un hueco en su caravana. Enseguida, la relación entre ambos recupera la fluidez de antaño, pero si de algo está seguro al cien por cien es de que ese tren hace siglos que pasó de largo, para no volver jamás.
Lo que Lili y Jaime ignoran es que los malos entendidos, el rencor y algún que otro secreto carecen de la menor importancia cuando los dioses se empeñan, con o sin tu consentimiento, en darte una segunda oportunidad.
Esto no puede estar pasándole a ella. Al menos eso es lo que se repite Achu, una y otra vez, cuando su ordenada vida —una meteórica carrera en un conocido bufete de San Diego, un novio atractivo y con una buena posición económica— salta por los aires y, de pronto, se encuentra en una cabaña perdida, en mitad de una tormenta de nieve y sin otra compañía que un desconocido de ascendencia nativo americana, de pocas palabras y con los ojos azules más bonitos del mundo.
Las cosas ya no pueden ir a peor, o... ¿quizá sí?
Cuando el destino te pone a prueba, tienes dos opciones: hundirte y llorar, o salir a flote y aprender a vivir de verdad.
«Si leíste, “Mil campanas”, no dejes escapar la oportunidad de reencontrarte con algunos de sus deliciosos personajes».
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